La ausencia de movilidad social en Chile es una muestra de la centralizaci�n de las oportunidades en el pa�s. A todo nivel hace falta el poder abrir los espacios para que el mercado permita el surgimiento de emprendimientos de todo tipo, especialmente desde los territorios.

La disminuci�n progresiva de la confianza de las personas en las instituciones, incluyendo el sistema pol�tico, deja en evidencia la urgente necesidad de poder contar con un Estado que sea capaz de generar confianza, especialmente en la gente de regiones. Es muy dif�cil crear confianzas cuando el discurso p�blico de las elites dominantes es uno y la acci�n es otra. Elites que forjan sus liderazgos en una especie de incubadora-segregadora, donde a los futuros l�deres se les cr�a entre pares de una misma casta desde el colegio, pasando por la universidad y terminando en las empresas e instituciones bajo su dominio. Todo lo cual, no les permite tener una visi�n de pa�s ni menos sobre la diversidad de su gente; a lo m�s llegan a vislumbrar uno que otro chispazo de territorio, cuando por casualidad se topan, en un trabajo de verano y muy a lo lejos, con el Chile real y profundo de sus regiones.

La acumulaci�n de frustraciones ciudadanas es el germen de la desconfianza para algunos dirigentes. Sin embargo, al evaluar el desempe�o de la econom�a nacional, generalmente desde la comodidad de la c�pula del poder, abundan los an�lisis acabados sobre las causas del bajo crecimiento. Pero nadie lo relaciona con algo que, a nuestro juicio es la causa basal del problema, el que es pr�cticamente imposible impulsar el desarrollo a nivel de todo el territorio nacional, si se sigue impidiendo que todos los actores, sectores y regiones se puedan incorporar con fuerza y en igualdad de oportunidades al sistema socio-econ�mico y pol�tico. Generalmente estos ejercicios apuntan a hacer despegar “la econom�a de ellos”, pero no se hacen cargo ni solucionan el fondo del problema, que es la exclusi�n de la mayor�a de poder llegar a ser actores del desarrollo.